La bicicleta es una película española de 2006, dirigida por Sigfrid Monleón.
La bicicleta es una película de corte naturalista con vocación ecologista (la reivindicación del transporte que da nombre a la película, la denuncia contra la especulación inmobiliaria) estructurada en varias historias en paralelo qué hablan del nacimiento del amor en la juventud, la capacidad de combate contra aquellas cosas que se desea cambiar, de la vitalidad como forma de desafío al paso de los años, y de la posibilidad de cerrar aquellas heridas abiertas lejanas. Todo ello puntuado con un discurso sobre cómo el azar va modificando caprichosamente las vidas de las personas.
Rodada con muy poco presupuesto, La bicicleta contó con la colaboración de Pilar Bardem que llegó al proyecto siguiendo el consejo de su Carlos -quien así mismo interpreta a un narcotraficante-, y de Sancho Gracia quien convenció a su hijo Rodolfo Sancho efectuar un pequeño cameo en la cinta. Javier Pereira, Juan José Otegui, Alberto Ferreiro y Cristóbal Suárez completaron el casting principal.
La cinta se proyectó en el Festival de Málaga.
Dirección
Bárbara Lennie La minicrítica en violeta y, porqué no, también en bicicleta. Bellísima película con historias entrelazadas que transmiten que la bicicleta es algo más que un medio de transporte. Es libertad, sobre todo para las mujeres. Ello me recuerda cuando a mi abuela no le dejaron nunca ir en bici, ella estaba obsesionada con que yo aprendiera a ir en bici. Me encanta. Y también como mis tíos, no la querían compartir con mi madre (solo había una para toda la familia, también era el medio de transporte para ir a trabajar de lunes a viernes de uno de mis tíos). Ella se enfadaba mucho y se vengaba deshinchado la rueda. Pilar Bardem, genial como siempre. |
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1º) Los inicios de las mujeres en bici:
En la actualidad existen distintas organizaciones civiles y colectivos ciudadanos de mujeres que han decidido tomar a la bicicleta como una forma de expresar la necesidad de cambios sociales en las ciudades, y con ello mostrar que es seguro y femenino andar en bicicleta, dejando detrás prejuicios del uso de la bicicleta como lo son el sudor o, el de estar despeinada. Sin embargo, es posible rastrear en el siglo XIX mujeres relacionadas tanto con el movimiento sufragista femenino como con el uso de la bicicleta.
Veamos que con la innovación de los herreros franceses Pierre y Ernest Michaux de poner pedales, y manivelas rotativas al velocípedo en 1860 , pronto la bicicleta se convirtió en una nueva forma de entretenimiento para las elites. En Europa y Estados Unidos comenzaron a surgir pequeños círculos sociales que compartían el gusto por las competencias ciclistas, esto no pasó desapercibido para varias mujeres que decidieron experimentar con el nuevo invento.
Pero, que una mujer usará la bicicleta a finales del siglo XIX era ridiculizado por la sociedad machista e incluso existieron argumentos de médicos que condenaron enérgicamente la práctica por supuestas razones anatómicas (causar daño físico como esterilización y aborto) y hasta morales (crear formas de excitación sexual)[1]. Sin duda, eran tiempos en los cuales las mujeres se les negaban sus derechos básicos políticos, económicos y sociales.
La crítica por parte de sociedad machista y de los supuestos estudios médicos que no incentivaban el uso de la bicicleta para las mujeres, no impidió que mujeres como la francesa María Pognon y las estadunidenses Susan Brownell y Frances Willard entre muchas líderes de los movimientos por los derechos civiles de las mujeres usaran la bicicleta, e incluso la utilizaran como una forma desafiante hacia la concepción de los roles femeninos tradicionales.
Para María Pognon, presidenta de la Liga Francesa de Derechos de la Mujer, la bicicleta era un instrumento igualitario y nivelador que ayuda a liberar a las mujeres[2]. Para la estadounidense Susan Anthony líder por los derechos civiles consideraba que “la bicicleta es el objeto que más ha contribuido a la emancipación de la mujer que otra cosa en el mundo. Le da a la mujer la sensación de libertad y seguridad en sí misma. Cada vez que veo una mujer manejando una bicicleta me alegro, porque es la imagen de la libertad”[3]. Y en 1885 en Estados Unidos la sufragista Frances Willard tomó a la bicicleta como una manifestación política de libertad de la mujer en su libro “A wheel within a wheel: how I learnedto ride the bicycle”[4], Willard a lo largo del texto insta a las mujeres para superar las barreras y que se involucren con prácticas que desafíen el modelo de los roles de la mujer.
De manera general se puede decir que la bicicleta permitió una mayor movilidad a las mujeres en tres sentidos:
La bicicleta les permitía alcanzar distancias largas, lo que fomentaba un conocimiento de su entorno, de su cuerpo y además permitia una movilidad libre sin dependencias de los hombres.
Reconoció críticas a los vestidos victorianos, los cuales resultaban incomodos e imprácticos para su uso en la bicicleta, por lo que adquirió fuerza argumentos en contra de los corsés y las faldas largas y ondulantes, y trajo consigo nuevos estilos de ropa que permitieron una mayor movilidad en el cuerpo de las mujeres.
Por poner un ejemplo, en 1894 Annie Londonderry una joven madre de tres hijos se convirtió en la primera mujer a montar en bicicleta alrededor de Estados Unidos. Londonderry, cuyo nombre real era Annie Cohen Kopchovsky, salió del estado de Massachusetts el 25 de junio de 1894 y regresó el 24 de septiembre de 1895. A lo largo de su viaje Annie desecho el vestido victoriano que resultaba poco práctico, ella optó por pantalones holgados llamados bloomer y después por ropa de hombre (véase figura 2).
En resumen el uso de la bicicleta por parte de las mujeres en sus inicios se argumentó que podría deteriorar la delicada esfera de la unidad familiar al permitir a la mujer a viajar más allá de sus límites anteriores sin la vigilancia de un marido, además de provocar posibles daños físicos y morales. Sin embargo, a pesar de los argumentos tradicionalistas las mujeres que estaban en pro del voto femenino y muchas otras lograron realizar críticas a la sociedad machista con el uso de la bicicleta, expresaron deseos de libertad y provocaron cambios en los estilos de vestimenta que oprimían el cuerpo de la mujer.
(Por Mtro. Ernesto Morua Ramírez, de Indicespoliticos.blogspot.com)
Fuentes:
[1] André Schetino, 2009, A bicicleta, o ciclismo e as mulheresnatransição dos séculos XIX e XX, Revista de Estudios Femeninos. vol.17, Universidade Federal do Rio de Janeiro, pp 118
[2] André Schetino, 2009, ibíd., p 112
[3] André Schetino, 2009, ibíd., p 120.
[4]Frances Willard, 1885, A wheel within a wheel: how I learned to ride the bicycle, Fleming H Revell Company, New York, pp. 80
2º) Mujeres y bicicleta, una historia de libertad
Fuente: Sheila Hanlon
En primer lugar, la bicicleta permitió a la mujer liberarse de la dependencia del hombre para poder viajar. Las mujeres ahora podían recorrer mayores distancias en un medio de transporte individual.
Las mujeres que ahora se transportaban en bicicleta tuvieron que encontrar una alternativa a la vestimentaque durante años había mantenido los cuerpos incómodamente cubiertos con vestidos bastante pesados.
En una entrevista para el New York World de 1896 Susan B. Anthony dijo: “La bicicleta ha hecho más por la emancipación de la mujer que cualquier otra cosa en el mundo”.
En México la bicicleta sigue escribiendo su historia. Decidimos preguntarle a algunas de nuestras amigas que ha representado para ellas la bicicleta, algunas de las dificultades y como se puede fomentar más el uso de la bici.
Fuente: Mujeres y Bicicleta, una historia de libertad
Amelia Bloomer,sufragista y promotora de la bicicleta para las mujeres (No está usando el bloomer en la foto)
3º) La liberación de la mujer
La historia nos revela que la bicicleta fue un instrumento importante en la liberación de las mujeres europeas y americanas a finales del siglo XIX.
Al igual que con muchas otras cosas, esto no fue sólo por las mujeres que querían montar. Adquirido sin siquiera pensar en los hombres, el derecho a pedalear debió ser ganado por grandes luchas de las mujeres.
Un código de vestimenta incómoda
A mediados del siglo XIX, la moda de las vestimentas, castigaba el cuerpo de la mujer occidental: la elegancia requería una cintura de avispa, corsés largos que ahogaban la respiración y la circulación, largas y largas faldas y enaguas enredadas en sus piernas, y sombreros pesados que requerían dotes de equilibrio. Las mujeres sufrían de desmayos, jaquecas y anemia.
En la época en que las bicicletas eran demasiado caras para la clase obrera, las nobles inglesas, influenciadas por la colectividad, se mantenían lejos de las bicicletas y de las “Grand Bis”, poco prácticas y peligrosas, incluso cuando algunos fabricantes ofrecían modelos apropiados para las mujeres y sus faldas. No, en Inglaterra, en este tipo de atletismo era una exclusividad de los hombres jóvenes y audaces (2).
En los Estados Unidos, los fabricantes de bicicletas también ofrecían modelos para las mujeres. Las escuelas de conducción que excluían a los hombres, los abren en Nueva York y Boston y la revista Scientific American apoya esta actividad.
Una vez más, el ciclismo está muy relacionado con el código de vestimenta, puesto que desde 1849 Amelia Bloomer y Elizabeth Stanton, dos sufragistas, predicaban regularmente contra las faldas voluminosas en el primer boletín de la liberación de la mujer, el Lirio. En 1851 reciben en Seneca Falls, Nueva York, la visita de Libby Miller, quien llegó en bicicleta y vestida con pantalones. Estos holgados pantalones fueron posteriormente llamados bloomer, a pesar de los reiterados esfuerzos de la Sra. Bloomer para dar a conocer a su verdadero creador (3).
En 1895, el bloomer se vuelve una prenda común en Estados Unidos: Es el vestido de los clubes de ciclismo femenino, aparece en las marcas publicitarias y se hacen bailes reservados para mujeres en bloomers y sus acompañantes. En Francia, en 1868, las mujeres montan sus bicicletas, usando una especie de pantalones bombachos con encaje, los cuales fueron juzgados como atrevidos.
Pedalear… a pesar de la opinión publica
Se reporta que en 1869, las mujeres pedaleaban de alegría de vivir en las calles y parques de París, lo que provocó muchos comentarios, pero sin escándalo (4). En la Inglaterra victoriana, las mujeres se impacientaban. Con la popularidad de las excursiones en “Gran bis”, las esposas o las hermanas de los ciclistas sentían que les falta algo, cuando los hombres llegaban a casa el domingo por la noche, diciéndoles que tuvieron un emocionante fin de semana lleno de aventuras y descubrimientos. La opinión pública sostenía que el ciclismo no era femenino y se temía que fuera perjudicial para la salud de las mujeres, para su moral y su reputación.
Por el contrario, pedalear un triciclo o una bicicleta “sociable” podía hacerse a pesar de las faldas. A pesar de los esfuerzos de disuasión en su entorno, las mujeres ricas hacia 1880 se apropiaron del derecho a participar en el triciclo. Asociaciones de acompañantes se formaron para proporcionar el apoyo adecuado. El interés de la reina Victoria por el triciclo, no llegó a silenciar toda oposición, sin embargo, las mujeres, no muchas por supuesto, pero tenaces, tuvieron éxito a largo plazo (5).
Obviamente, las faldas se enredaban a veces en las bicicleta, provocando feas escenas! Exasperada por lo ilógico, Lady Florence Harberton funda en 1880, la Rational Dress Society (la Sociedad de Vestimenta Racional) dedicada a eliminar de las mujeres el tejido inútil que estorbaba, y a hacer valer sus derechos a un código de vestimenta que no contuviera más sus movimientos. Ella propone los “Trousers”, pantalones anchos y elegantes hasta debajo de la rodilla. Los hombres critican fuertemente esta idea, pero el peor enemigo del Rational Dress son mujeres: las ciclistas mas pudientes protestan contra este grupo. Básicamente, temen que el radicalismo amenace la reputación de la bicicleta y les quite el mismo derecho a montar (6).
La bicicleta se democratiza
Sin embargo, la llegada de “Safety” (una bicicleta con dos ruedas iguales con pedal mucho más práctica) y del neumático cambia la situación. En 1889, la Starley Brothers ofrece una bicicleta Rover para damas con el marco bajo y guarda faldas. Su precio es mucho más económico que los modelos anteriores, lo que permite llegar a una clase de las mujeres menos influenciadas por el colectivo. Los triciclos pesados pronto pasan de moda y las mujeres, perdiendo la paciencia, se montan a horcajadas de la bicicleta, a pesar de que eso suscitaba muchos comentarios.
Las faldas se hacen más cortas gradualmente, llevando entonces en sus pliegues menos estiércol y escupitajos a sus casas, defienden los progresiva, y si se mira debajo, se podía percibir que las innumerables faldas permanecieron en el armario, para ser reemplazadas por ropa interior – sí, las bragas! El club de las primeras mujeres es un club de ciclismo, Coventry Lady cyclists, que nació en 1892 (7). Las mujeres fueron capaces de poner un pie fuera de la casa.
El año siguiente, la valiente Tessie Reynolds recorre la ruta Londres-Brighton ida y vuelta (176 km en 8,5 horas), en un vestido de Rational Dress y en una bicicleta de hombre, acompañada de algunos compañeros masculinos. La prensa se hizo cargo del caso, haciendo de Reynolds una mártir de la causa y las opiniones se polarizan fuertemente(8). La mujer en bicicleta se convierte en un símbolo de la libertad, tanto, que los estudiantes de la Universidad de Cambridge, en 1897, a pesar de que protestaban en contra de la admisión de las mujeres a los estudios superiores, cuelgan en frente de la casa del senado la imagen de una mujer con un vestido del Rational Dress y en bicicleta (9)!
Muchas mujeres adquirieron un gusto por la libertad, las revistas de ciclismo las animaban, y su número crecía a pesar de la burla. En 1895, pedalear a lo femenino se convirtió en la moda, aunque las ciclistas seguían siendo denigradas. Modelos más eficientes y económicos se desarrollan, y los vestidos de Rational Dress, considerados elegantes y modernos en París, se toleran en Inglaterra, al menos en la capital.
Batalla legal
En 1899, Lady Harberton fue noticia otra vez. Durante un viaje en bicicleta a Ockham, se le negó la entrada a la sala de té del Hautboy hotel debido a su vestimenta, y la dirección del hotel le ofreció más bien la taberna, menos cuidada y reservada a los hombres.
Indignada, Lady Harberton entabla un proceso comercial, en la que se produce una fotografía que muestra la respetabilidad de su ropa de excursión. El hotel replica produciendo una foto en la que dicha taberna aparece en su mejor ángulo y el juez decide diciendo que, en su opinión, la taberna era un lugar muy aceptable para que un cliente tome su comida allí. Lady Harberton, a pesar de obtener una media derrota, ganó el acceso de las mujeres a las tabernas inglesas (10).
Un movimiento irresistible
Con el auge de la bicicleta se da la avalancha de las mujeres en el ciclismo, y uno tendría que preguntarse si fue la bicicleta la que liberó a la mujer o la mujer quien liberó a la bicicleta porque el número de seguidores potenciales se duplicó de un sólo golpe. Con el derecho a pedalear, las mujeres obtuvieron el derecho a la movilidad, el derecho de ir donde quieran, cuando quieran, con quien quieran. Al mismo tiempo, el derecho de las mujeres a votar consagra el reconocimiento de sus capacidades intelectuales, y había que hacerlo. Pero el derecho de pedaleo dio a las mujeres una libertad más tangible, la práctica diaria, y ese fue un timbre de bicicleta que hizo sonar su liberación.
(1) Sacado de MORISSETTE Claire, «Deux roues, un avenir», Éditions écosociété, 1994.
(2) RITCHIE Andrew, «King of the Road, an Illustrated History of Cycling», Ten Speed Press Berkeley, Wildwood House, London England, 1975, páginas 35-38
(3) RITCHIE Andrew, op. cit., pagina 149
(4) Idem.
(5) RITCHIE Andrew, op. cit., página 151.
(6) RITCHIE Andrew, op. cit., página 153-154.
(7) RITCHIE Andrew, op. cit., página 156.
(8) RITCHIE Andrew, op. cit., página 156-157.
(9) WATSON Roderick & GRAY Martin, «The Penguin Book of the Bicycle», Penguin Books, Middlesex England, 1978, página 135.
(10) WATSON Roderick & GRAY Martin, op. cit., página 136-139.
Tessie Reynold
Vestimenta
Lady Florence Harberton
en su vestido de excursión