Después de las estupendas Who is me. Pasolini y Vania, la compañía de Àlex Rigola, Heartbreak Hotel, da un paso más en su búsqueda de nuevas formas de narración escénica y se acerca mucho más claramente a su objetivo de confrontar al público con los valores de nuestra sociedad contemporánea. Macho Man nace como un proyecto de teatro documento, sin actores, a modo de instalación que propone al espectador un viaje escénico, experimental e interactivo con el propósito de dar visibilidad a la violencia machista y ayudar a empatizar con todas sus víctimas potenciales.
Los espectadores-participantes entran en grupos de seis en un espacio laberíntico de 200 metros cuadrados, compuesto por 12 estancias, llevando unos auriculares que hacen de guía y ayudan a completar la composición espacial y la vivencia individual a través del ambiente sonoro y/o musical diseñado por Igor Pinto. Cada una de las 12 estancias tiene un carácter independiente y autónomo y exige del participante una voluntad receptiva muy activa. Imágenes, sensaciones, vivencias encaminadas a concienciar sobre la violencia de género en la pareja, en la familia y en los entornos laboral, social y judicial.
Macho Man quiere ser, además, una experiencia educativa. “Tenemos claro –dicen sus responsables, con Rigola a la cabeza como director de la pieza– que la violencia machista es un problema social grave y debe desaparecer. Y la mejor forma de hacerlo desaparecer es a través de la educación”. Es por eso que este proyecto se abrirá a los adolescentes para que lo vivan en grupo y servirá como punto de partida para fomentar el diálogo con los espectadores en torno a una herencia patriarcal que debemos erradicar ya de nuestras sociedades, antes de que su espectacularización nos anestesie definitivamente, como ha sucedido con otras cuestiones acuciantes para el ser humano como las guerras o las migraciones.