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Pa Negre, cómo se aprende a ser hombre

Por Juanjo Compairé.
Con motivo de la concesión de 9 premios Goya a la versión cinematográfica de la novela, quisiera recomendaros la lectura (o la relectura, si ya la leísteis en su momento) de la obra de Emili Teixidor. Y que, si podéis, lo hagáis sobre la versión original catalana de la obra (después explicaré porqué).
Cuando se ha hablado de la obra ya larga de Teixidor1, se la ha tratado sobre todo desde el punto de vista de la memoria histórica (yo diría simplemente de la memoria, porque la Historia está hecha de historias, de vivencias personales, o si no, ¿de qué Historia estamos hablando?). En ese sentido, vale la pena recordar que, alrededor del éxito de la novela de Javier Cercas2, aparecieron otras como las obras de Dulce Chacón3 y otros autores. Sin ir más lejos, entre el año 2003 y 2004 coincidieron tres obras mayores que tienen este denominador común y que son, a mi juicio, muy superiores a la obra de Cercas: esta novela de Emili Teixidor, “La meitat de l’ànima”4 de Carme Riera y la magistral “Les veus del Pamano”, de Jaume Cabré5. Esta coincidencia de tantos títulos sobre la postguerra ha sido vista como el final de la transición, al menos desde el punto de vista “sentimental”. Después de la forzada amnesia sobre el franquismo que se impuso como parte del pacto constitucional, ahora l*s autor*s se daban el permiso de recuperar la memoria, a partir de su propia memoria personal. Estas novelas bucean en el dolor de ese tiempo, dolor que afectaba sobre todo a los “vencidos” (y a las vencidas), pero que también contaminaba todo. El paisaje de esos años, que uno imagina en blanco y negro, es un paisaje que hoy llamaríamos “cutre”, de miseria y miserias, de estraperlo, de sufrimiento, escasez y represión política, sexual, sentimental.
Volvamos a la novela de Teixidor. El título, muy bien elegido, nos sugiere a todos (sobre todo a los que lo hemos vivido) ese tiempo. El pan negro del racionamiento que teníamos que ir a buscar con la cartilla de racionamiento, pan lleno de tierra y de todo menos trigo. La novela, además, es muy significativo que empiece con una cita de Sebald, lo cual nos da pistas sobre la difícil membrana que separa realidad y ficción, sobre todo cuando uno recuerda y el recuerdo se convierte –evidentemente- en una elaboración de lo que realmente pasó.
Sin embargo, querría aprovechar la ocasión de los premios Goya para recomendaros la lectura o relectura de la magnífica novela de Teixidor. Y hacerlo desde otro punto de vista, diferente del que antes he comentado. Leerla como novela iniciática; es decir, como novela que narra la transición de la infancia a la vida adulta. En nuestra literatura hay muchas novelas de este tipo, que es todo un género. Me viene a la memoria, ahora, algunas novelas de Baroja, como “La busca”, o de Sender, como “Crónica del alba”, o bien, en esta época del primer franquismo, “Si te dicen que caí”, de Juan Marsé. Novela de la juventud madrileña de la época de movida y que podemos leer como iniciática es “Historias del Kronen”, de Mañas. Pero hay muchas más.
La obra que comentamos está escrita, desde mi punto de vista, de esta manera. Fijémonos en el punto de vista: los hechos los recuerda un adulto, pero no puede dejar de entrelazarse con los recuerdos del niño protagonista. En catalán eso se ve claramente: el niño habla en un catalán con expresiones propias del habla de la plana de Vic, de la zona de Manlleu, que es su lengua materna. Recordemos que el autor nació el 1933 en Roda de Ter, un pueblo de esa zona y que, por tanto, el 1943-44 tendría entre 10 y 11 años. Es inevitable, pues, que en los recuerdos haya mucho de autobiográfico.
Pero cuando habla el adulto, lo hace en un catalán más literario, más apto para expresar emociones más abstractas, propio de alguien que ha estudiado y abandonado el habla materna de origen, tan rica por otro lado para expresar las cosas de la naturaleza. Este juego del doble lenguaje seguramente se pierde en la versión castellana de la obra6 y forma parte fundamental del doble juego de la memoria que da la complejidad a la novela.
¿Por qué comento todo esto en una revista de Hombres igualitarios? Porque de lo que trata la obra es de cómo un niño, Andreu, se hace hombre en este ambiente. De cómo pierde la inocencia, descubre el sexo, las mentiras de los adultos, pierde al padre y se aleja de la madre (en este sentido entiendo el sentido del abandono del habla materna). De cómo cambia de clase social, de cómo reniega de sus orígenes rurales. Y de cómo, alejado de los afectos, se crea una coraza de voluntad y decide elegir una vida adulta muy alejada de la vida que había llevado como niño. En la novela, realmente Andreu acaba convertido en un monstruo. Pero, ¿no estamos hablando de la construcción de una determinada forma de ser hombre? Las pruebas que va superando Andreu ¿no son las necesarias para convertirse en “hombre de provecho”, según los cánones de la época? En este sentido es en el que hablo de la obra como “novela iniciática”.
En este aprendizaje son maravillosas, por ejemplo, las escenas en que Andreu contempla los cuerpos casi desnudos de los tísicos. Los mira con una mezcla de atracción inconfesada, siendo consciente, sin embargo, del muro que los separa de él. También la delicada escena en que el niño descubre la pulsión sexual, escena que el autor trata con mucha finura. Me gusta mucho también la mirada del mundo adulto que hacen los niños subidos a las ramas del árbol: es una mirada sobre el mundo como la de los pájaros; es un espacio que los adultos no dominan y, de hecho, cuando Andreu deja de trepar a los árboles se puede decir que se ha hecho mayor.
La adultez, por tanto, le llega a Andreu como una renuncia consciente al mundo rural, a la naturaleza salvaje en que se ha criado. Pero también una renuncia a los afectos que le han acompañado desde pequeño: los compañeros de la “colla” con los que va a la escuela, sobre todo su prima Núria. Y más allá, la renuncia obligada al padre y la voluntaria a la madre. No hace falta ser psicoanalista para entender lo que esto significa en el camino de hacerse hombre. Vemos la enorme violencia en la que vive y la enorme violencia que se hace a sí mismo. Esa fuerza de voluntad que le surge como defensa frente al sufrimiento lo convierte en una persona desengañada tempranamente, capaz de buscarse una salida personal con total cinismo.
Es esta, por consiguiente, una historia de transición, de transformación, enmarcada en la postguerra, pero que de alguna manera es común a otras historias de aprendizaje de la “hombría”. Se trata siempre de un pasaje doloroso, de arrancamiento de los primeros afectos, de educación de la voluntad, en el que deseo infantil de goce es despreciado como primitivo y abandonado. Por eso, el abandono del habla materna es un signo decisivo. La novela sólo lo insinúa, pero podemos adivinar el tipo de adulto que surge de una “iniciación” así: un hombre capaz de domeñar sus sentimientos más profundos en aras de conseguir lo que la sociedad llama “tener éxito en la vida”. Un auténtico “monstruo”, tal como lo llama la novela.
Tengo que decir que la obra de Teixidor está escrita en gran parte en tono introspectivo, de diálogo interior, imposible de trasladar al cine (a no ser que se recurra a largas parrafadas en “off”, que Villaronga en la película afortunadamente elude). También en la versión cinematográfica se pierden los matices de las dos hablas a las que antes aludía, como también perdemos la delicada frontera entre realidad y ficción. Por eso es por lo que os recomiendo la lectura de la novela, y, a ser posible, en la versión original.
¿Quiere esto decir que la película no vale la pena? A mí me ha gustado mucho, pero por otras razones7 Hay escenas introducidas de otra novela de Teixidor, “Retrat d’un assassí d’ocells”8, muy cinematográficas. Hay imágenes visuales muy bellas, como el vaho que empaña el vidrio a través del cual Andreu ve alejarse a su madre, o el recorrido por la fábrica en la que ella trabaja, donde se ve a una niña. Las variedades de habla se han trabajado bastante bien, excepto la actriz Nora Navas. Es curioso ver cómo la película se va oscureciendo a medida que avanza, como la propia historia que narra.
Pero, mirad a vuestro alrededor, ¿cuántos abuelos que han vivido aquellos tiempos no se han hecho hombres a base de sufrimientos, negaciones, autonegaciones constantes? Entre aquellos padres ausentes, aquellos fantasmas que se pasaban gran parte del tiempo en el trabajo, inflexibles, que no se permitían la más mínima concesión a la debilidad, que no lloraban nunca, ¿no podríamos encontrar muchos Andreus como el de la novela? Y aún más, ¿qué queda de esas masculinidades en las nuevas generaciones que han crecido en otras circunstancias? Os propongo que comencemos un debate en torno a estas o parecidas cuestiones, si os apetece.
1 TEIXIDOR, E. (2003), Pa negre. Barcelona: Columna; Pan negro, Seix Barral.
2 CERCAS, J. (2001), Soldados de Salamina, Tusquets.
3 CHACÓN, D. (2000), Cielos de barro, Alfaguara. Podría citar muchas otras obras, hasta la última novela de Almudena Grandes.
4 RIERA, C. (2004), La meitat de l’ànima, Proa ; La mitad del alma, Alfaguara.
5 CABRÉ, J. (2004), Les veus del Pamano, Proa; Las voces del Pamano, Destino.
6 En una tertulia con el autor, a la que asistí, él comentaba que la traducción al castellano la había hecho él personalmente en primera instancia y que después la había dejado a alguien de ¡La Rioja! para que se la corrigieran y decía que se la habían transformado radicalmente.
7 En la misma tertulia con el autor, antes citada, él nos decía que dio absoluta confianza a Agustí Villaronga para la transcripción a la pantalla, incluso para variar algunas escenas e introducir fragmentos de otras novelas del mismo Teixidor.
8 TEIXIDOR, E. (1988), Retrat d’un assassí d’ocells, Proa.
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Pa negre, la película
Película: Pa negre (Pan negro). Título original: Pa negre. Dirección: Agustí Villaronga. País: España. Año: 2010. Duración: 108 min. Género: Drama. Interpretación: Francesc Colomer (Andreu), Marina Comas (Nuria), Nora Navas (Florencia), Roger Casamajor (Farriol), Lluïsa Castell (Ció), Marina Gatell (Enriqueta), Laia Marull (Pauleta), Eduard Fernández (maestro), Sergi López (alcalde). Guion: Agustí Villaronga; basado en la novela de Emili Teixidor. Producción: Isona Passola. Música: José Manuel Pagán. Fotografía: Antonio Riestra. Montaje: Raúl Román. Dirección artística: Ana Alvargonzález. Vestuario: Mercè Paloma. Distribuidora: Emon. Estreno en España: 15 Octubre 2010. No recomendada para menores de 12 años.

Sinopsis

En los duros años de la posguerra rural en Cataluña, Andreu, un niño que pertenece al bando de los perdedores, encuentra en el bosque los cadáveres de un hombre y su hijo. Las autoridades quieren cargarle las muertes a su padre, pero él, para ayudarle, intenta averiguar quiénes son los auténticos responsables. En este recorrido, Andreu desarrolla una conciencia moral frente a un mundo de adultos alimentado por las mentiras. Para sobrevivir, traiciona sus propias raíces y acaba descubriendo el monstruo que habita en él.

Fuente: La butaca

Trailer: El Cultural.es

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